La exposición del fotógrafo Carlos Folmo, que se inaugura en la Sala Fausto Olivares en los próximos días –6 de mayo al 1 de junio–, se plantea como una declaración de intenciones, una apuesta por creadores emergentes del panorama artístico andaluz en la Escuela de Arte José Nogué.
El velo que me dio mi madre es la primera exposición individual de Folmo (Córdoba,1999) y se plantea como un recorrido visual a través de su lenguaje fotográfico. Éste ahonda en aquellas imágenes esenciales de lo personal y familiar, para después ir transformando las ideas en metáforas. Estas propuestas, cercanas a la fotografía de autor, se transforman, se amoldan y se hacen universales. Folmo crea un espacio de entendimiento común entre lo persona y, en este caso, el ámbito de la fotografía de moda y editorial
Folmo está dentro de los nuevos valores de la fotografía andaluza que han comenzado a usar elementos visuales recurrentes de sus propios contextos de vida. Es parte de esa generación que ha vivido las crisis cíclicas de los últimos años y cuya realidad vital está irremediablemente atada a emigrar para poder desarrollarse vital y artísticamente.
Esta tendencia de la creación artística la podemos seguir mediante diferentes caminos a lo largo de las prácticas artísticas de todo el siglo XX con muchos autores y autoras que hicieron de esta situación parte de sus lenguajes artísticos. Manuel Ángeles Ortiz, por ejemplo, hablaba de cómo la Patagonia –donde se exilió en Argentina– le devolvió las ganas de pintar, de mirar el paisaje que había dejado en Granada y Jaén. Volvía una y otra vez a aquellas visiones esenciales de la naturaleza. Con el paso y el cambio del tiempo, esta manera de estar en un lugar, siendo de otro, se vuelve en muchas ocasiones conflictiva, donde el lugar de procedencia condiciona profundamente cómo se interioriza la creación artística y la propia consideración del autor/a.
Estos nuevos ejemplos de creación andaluza preguntan y cuestionan. Folmo nos muestra en esta exposición cómo la vuelta a su tierra está presente siempre en su trabajo. Los vínculos materiales, las costumbres o el quehacer diario de su entorno más cercano forman parte de su visión fotográfica. Todo esto, alejándose lo máximo posible de esa construcción ajena de la identidad a la que referencia, Andalucía, habitualmente definida por otros, pero no desde aquí.
En definitiva, El velo que me dio mi madre nos permite respirar hacia dónde miran las nuevas generaciones de fotógrafos y fotógrafas. Carlos Folmo es uno de estos exponentes, de los que piensan que no abandonar la tierra, aún estando en otros lugares, es la mejor opción.
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